Quisiera reencontrarle, mirarme en su inquieta mirada, hurgar en su corazón, solía ser temeroso, abierto, sensible, en eso no ha cambiado, pues continúa navegando entre irrealidades. Quisiera comentarle que el sendero no es color rosa, que hallará espinas, desasosiego, quisiera hacerla fuerte, ingratitudes que deba de afrontar, la vida es una caja de sorpresas, maravillosa a veces, las más es eterno examen, y un dar equivalencias de lo vivido. Miro hacia adentro, en cada rincón de mi desbastado interior, no la encuentro, quién sabe en qué esquina de mi desierto la perdí. Mi retrato de ayer... y suelo creer que no le haría demasiados retoques, quizá no tanta ingenuidad, si decisión sin miramientos. Abrazo el presente fértil en tesoros, mas hoy quisiera..., la mente errante en retroceso dicta descabelladas ideas cuando palpita el final de su travesía, quisiera encontrarle y admirar con ella las rosas de invierno en sus primaveras...
A veces... Dios es testigo,
nublo mi mente de olvido,
crispo mis manos en ruego,
quemo a mi alma
en su abismo, y al alba
resplandece..., a veces...
Y tan sólo así, navego
en el hueco de tus brazos
y hallo paz, silencio...
y ante ti muero ausente.
A veces, creo que vivo...
vaya efímero lazo...
si voy muriendo de a poco
en cada eslabón que quiebra
el retal de mi desierto.
Y así, se acalla el tiempo
implacable y lastimero,
que por decir, que te quiero,
a ciegas me va matando...
y más luz en terquedad ofrece...
Colocaste en mi alma dos alas gigantes. Las luzco con orgullo, pensé ser en mis divagues gaviota llegando sin partir, sin partir..., llegando... Y en cada aleteo, en dulce vanidad, creí, llegar a tu sentimiento. Como en todo exceso, todo se complica, entonces tu cansancio... cerceno mis vuelos. Y con alas recortadas, es casi un imposible,
despegar del suelo.
Si vieras, aves blancas,
que traspasan océanos,
y vuelan no tan alto
esperanza me ofrecieron
al enseñarme el modo
de ser disciplinada,
y antes de la nada...
a ras, y en puntillas,
hacer el retroceso... Y puede que comprendas que a aquello que es sincero ya poco le amilana, y dejaré en tu ventana jirones de mi alma perdida sin su cielo... Y tomaré tu mano, tan sólo..., para rozar tus dedos... Sin avanzar más lejos... María del Carmen Menéndez García 20 de mayo de 2011