Una ola abrazo a la arena,
y desde ese instante mágico,
sublimaron sentimientos
sabiendo a sal, en un remanso.
La playa estaba desierta,
el sol dorado baluarte,
en lo alto, eclipsando,
y una luz de blanca espuma,
beso lágrimas de arcanos.
Galopaban pensamientos
en tropel hacia el milagro,
se desbocaron los sueños
pequeños, silentes, vanos.
Y medité en la tibia arena,
con mi dolor y mi llanto,
horizonte sin comienzos
en un sendero inventado.
Las olas y las mareas,
se crispan en su andadura,
que poco saben,…, ¡qué poco!,
de la inercia absoluta
de dos brazos, que no abrazaron.
Una ola vestida de gris espuma,
dejó
un cielo desolado.
©María del Carmen
Menéndez García
Junio del 2012
Tu opinión es importante, deja tu huella...