
Quietud y arrobamiento
No se porque Amor, encuentro una cadencia dulce en la quietud del templo, las horas son primeras, en los bancos desiertos.
A veces sólo Tú y yo, tu compañía y mis rezos, mis vuelos del alma, tu comprensión en el silencio.
Es la hora esperada, es el ir hacia tu encuentro, es hincarme rezando, rogando y tú Amor siempre concediendo, y si dices que no, que aún no es el tiempo, aguardaré con ansías el sublime momento.
Y allí queda mi alma, a tu amparo y mis ruegos, y desgrano las perlas del Rosario en misterios, y ya ves amor mío, van llegando a la cena, de tu amada Patena, de arrobado alimento, y comparto anhelante, sagrado Sacramento.
Maricarmen
MACARENA
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